lunes, 5 de enero de 2009

Entonces se hizo la oscuridad. Probó durante unos pocos meses lo que él pensó que sería para toda la vida, pero en el fondo todos sabemos que nada es para siempre, y aquello que había empezado de manera tan inesperada e inusual, acabó marchitándose. En realidad hacia meses que sabía que aquella rosa efímera se había llenado de gusanos y olía a mierda, pero en vez de actuar con insecticidas, prefiero maquillarla con perfume, mirar para otro lado y hacer como si nada estuviera pasando. Y sí…una vez hecha la oscuridad estuvo unos cuantos meses más en busca de un puto interruptor que encender; pero en aquella jodida habitación que él mismo había construido se le había olvidado poner luz eléctrica. Por eso decidió mudarse a otro sitio, lejos de allí, en donde si la hubiera y pudiera poner tantos interruptores para tantas bombillas, como le diera la gana. Pero cada nueva bombilla que adquiría resultaba ser defectuosa. Una alumbraba de vez en cuando, otra alumbro sólo durante una semana, pero al final, tras dos años de oscuridad, seguía sumido en lo mismo….


Ahora es cuando viene esa moraleja esperanzadora que toda historia debe tener. Pero esta historia no tiene. Putas moralejas.

No hay comentarios: